En la tierra del Rey Salomon sirvió un oficial leal llamado
Joseph, el cual se encargó de cualquier tarea que requería para atender a su
amo. A menudo se le podia escuchar vacilando a los otros: “No hay nada que el
rey pueda pedirme que no sea capaz de hacer.”
Cuando estas palabras llegaron a oídos del rey, pensó que podía
poner a prueba al fanfarrón Decidió pedirle a Joseph que le consiguiese algo
que no existía.
Convocó a Joseph en la camara real, y el Rey Salomón le pidió:
“Hay un anillo que llevo queriendo de corazón desde hace tiempo. Es un anillo
especial que puede hacer que una persona triste, se vuelva feliz, y también
hacer a alguien feliz, estar triste. Quiero que lo encuentres y que me lo traigas
antes de 6 meses”.
Joseph aceptó el reto ansiosamente. Primero fue a ver a los
tratantes de camellos para comprobar si en alguno de sus viajes a traves de
desiertos, alguno de ellos se había cruzado o había oído hablar del anillo.
Pero, por desgracia, ninguno de ellos tenia conocimiento de la existencia de
tal tesoro. Así que fue a ver a los marineros con la esperanza de que en alguno
de sus viajes diese constancia del fantástico anillo. Pero tampoco ninguno pudo
ayudarle.
Así que Joseph decidió que debía partir en busca de tan especial
anillo por si mismo. Viajó de país en país, de bazar en bazar, pero en ningún
lado fue capaz de dar con él ni dónde localizarlo. Sin embargo, el saber su rey
dependía de él para completar la misión, le mantenía concentrado en la tarea.
Un mes siguió a otro, y después de que la búsqueda de Joseph no
tuviese éxito tras pasar por cada país, por cada bazar, por cada joyería. Hasta
que dio con un muchacho al que le preguntó, igual que había hecho con otros, si
sabía quizás de la existencia de un anillo como el que le habían encargado. Con
la esperanza de que el muchacho le ofreciese palabras de aliento, comprobó que
el chico no sabía mucho del anillo. Tremendamente decepcionado con las noticias
y con los meses pasando rápidamente, Joseph se giró para salir de la tienda
cuando el abuelo del muchacho, que había escuchado la conversación, se adelantó
y dijo: “Se de un anillo que tiene el poder de hacer feliz a los tristes y
tristes a los felices. Espera un momento aquí y lo fabricaré para ti”
Joseph esperó y el viejo entró en la sala de atrás de la tienda,
tomó un anillo de oro cualquiera e inscribió algo dentro del mismo. Después se
lo dio a Joseph.
Joseph examinó el anillo, sonrió y dijo: “Sí, este es el anillo
que estaba buscando”.
A su regreso a Jerusalem, Joseph se dirigió al palacio de
Salomon. Cuando el rey le preguntó si había tenido éxito en su búsqueda,
imaginad su cara de sorpresa cuando Joseph contestó que sí, que había
localizado el anillo y se lo había traido.
Le entregó el anillo al rey. Cuando este lo examinó una
expresión extraña apareció en su cara tanto por el gran logro como por el
profundo dolor por sus ocurrencias.
“Sí,” dijo Salomon, “este es realmente el anillo que tiene el
poder de convertir a los tristes en felices y a los felices en tristes”. Lo que
se había escrito en el anillo fueron las palabras: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
El rey se puso el anillo y lo llevó puesto desde ese día en
adelante. Y cada día que se sentía triste y depresivo, miraría el anillo, con
lo cual, su humor cambiaría y se animaría.
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